Kagan y Cols. (1984-1991) identifican en algunos niños comportamientos a los que se denominan "inhibición de conducta ante desconocidos", que permanecen estables a través de la infancia y la adolescencia, a los que consideran rasgo de temperamento. El niño con estas características responde a estímulos o acontecimientos nuevos para él con activación simpaticotónica excesiva y con comportamientos de evitación y alejamiento, suspendiendo su actividad y conversación, retrayéndose y aumentando la latencia de su interacción con los otros, aferrándose a los conocidos. Estos niños ante estas situaciones presentan una mayor frecuencia cardíaca y menor variabilidad de la misma durante el tiempo que persiste esta situación -así como taquicardia ante situaciones mínimas de estrés- que los que no presentan inhibición de conducta. Así mismo los valores de cortisona salivar resultan más elevados. Comparados con niños no inhibidos muestran más bajo umbral de activación de los circuitos hipotalámicos y amigdalinos ante situaciones no familiares. Los autores consideran que estos comportamientos tienen una base genética, observándose su heredabilidad por la frecuencia con que aparecen en familiares en primer grado, y son detestables ya en los primeros meses de vida, manteniéndose estables a través del tiempo e influenciando el desarrollo de la personalidad. (...)
Las inhibición de la conducta no debe confundirse con la normal reacción de ansiedad ante el extraño descrita ya por Spitz (1961) como un organizador de la vida psíquica. El niño accede a los 7-8 meses de vida a la madurez que le permite diferenciar la figura de vínculo, por lo general la madre, de las demás personas, sufriendo cierta ansiedad ante los extraños si la madre no está presente. Su aparición expresa un desarrollo afectivo y maduración adecuados y sólo cuando su intensidad es excesiva podría considerarse cercana al comportamiento descrito como inhibición de conducta, descrito aquí.
Desde un punto de vista etológico Bowlby mantiene la tesis de que la ansiedad ante el extraño y de separación de la madre tienen un valor de supervivencia, y forman parte de señales neurobiológicas, determinadas genéticamente, en la filogénesis. Las investigaciones de Bowlby sobre la formación del vínculo fueron coincidentes con las observaciones que Spitz había realizado en los niños, añadiendo la influencia de la calidad de este vínculo en las relaciones futuras del niño con los otros compañeros y personas adultas, familiares o no.
Temperamento y rasgos de personalidad influirán en las relaciones del niño con sus compañeros, con adultos y familiares, y a la vez se verán incluidos por ellos. Para muchos autores se centran en esta situaciones importantes factores etiopatogénicos. Las escasas habilidades para mantener amigos, derivadas de la ansiedad social, provocan malestar en situaciones de interacción y aumentan las dificultades de relación. Se sienten rechazados y relegados por sus compañeros. Estas experiencias son recordadas por muchos adultos con ansiedad o fobia social como vividas en su infancia. Vernberg y cols. observan también estas relaciones causales recíprocas en adolescentes que sufren ansiedad social. ...
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